Cuando hablamos del período infantil y adolescente, no hemos de olvidar un elemento distintivo: Es el tiempo del desarrollo físico y mental, que incluyen importantes cambios sociales, cognitivos y del comportamiento que provocan profundas repercusiones para el estudio psicológico de esta época.
Partiendo de los cambios que en cada año se presentan, los años cumplidos por cada niño o adolescente se presenta como uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta. Es decir, lo que esperamos suceda en una edad determinada es distinto de lo evolutivo en otra edad y se diferencian por ello.
De hecho, la mayoría de los síntomas de los trastornos infantiles son comportamientos adecuados, o al menos típicos, en las primeras etapas del desarrollo (hiperactividad, inquietud e incluso agresión).
La demanda inicial de una intervención en niños suele realizarla los padres, un maestro o un médico. Algo les ha llamado la atención.
En ese escenario planteamos la “Reformulación de la demanda”, y lo primeri que debemos abordar es si el problema planteado existe, o se trata de otra cuestión. Las concepciones de los adultos respecto al comportamiento infantil, en ocasiones están teñidos de ideas personales o estados emocionales de los padres que nada tiene que ver con un trastorno o patología.
Lo mismo ocurre en el entorno académico. Cabe la posibilidad que los profesores determinen que las conductas que requieren intervención especializada son aquellas que perturban la marcha normal de la clase. Por tanto, el grado de tolerancia, igual que en el caso de los padres, también es un factor relevante.
Muchas veces El comportamiento del niño es contextual. Ocurre a menudo que determinadas conductas aparezcan en unos contextos y en otros no.
Cada niño es único pero podemos aventurar tres tipos generales de temperamento, con estilos diferenciados para relacionarse en la vida:
- El niño fácil, apacible, de humor predominantemente positivo, que no se retrae frente a situaciones nuevas; adaptable y rítmico.
- El niño difícil, de humor predominantemente negativo y tenso, no muy adaptable y arrítmico.
- El niño lento para ponerse en marcha, bajo en actividad, acercamiento y adaptabilidad; variable en el ritmo, y algo negativo.
Lógicamente se analiza el entorno del niño o adolescente: La familia inmediata del niño como primer agente socializador. Y tras la familia, es a la escuela a quien corresponde el papel de co-protagonista en el marco de la educación, pero los medios de comunicación, especialmente la las redes sociales y la televisión, también funcionan como agentes socializadores; muchas veces, desgraciadamente, con mayor influencia que el resto. Los niños aprenden estrategias de solución de problemas y pautas de actuación a través de lo que ven y oyen. Los medios de comunicación social (televisión, revistas, internet, móviles, etc.) son responsables, en muchos casos, del aprendizaje de conductas de riesgo relacionadas con la violencia y la agresividad, comportamientos sexuales de riesgo, consumo de sustancias tóxicas, etc.