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Energía vital: del Qì al Orgon

Aromaterapia, el poder del olor

 

Introducción

Desde hace ya unos meses tengo un sueño recurrente: me matriculo en la universidad, en la misma carrera que ya estudié en mi juventud, biología. En el sueño lidio con la forma de compaginar esos estudios con mi exigente jornada laboral. Hace pocos días que he logrado interpretar el sueño y no es más que mi necesidad imperiosa por ‘volver al conocimiento de la vida’ e integrarlo en mi ajetreada vida,  esta vez para aprender todo lo que la ciencia oficial ha silenciado, por simple omisión o de forma deliberada.

Siempre he creído todo lo que me enseñaron en la facultad: – Darwin un genio, Lamarck un charlatán, – Pasteur un heroe, Bechamp un fantasma,  – El vitalismo una creencia obsoleta, el materialismo mecanicista una realidad indudable…

Afortunadamente la vida me ha llevado por caminos que han confrontado el conocimiento oficial con aquel sofocado por diferentes motivos y mi visión de la biología ha cambiado de forma trascendental.

Tengo que dejar claro que no pretendo aceptar como verdad absoluta ninguna teoría, pero sí me gustaría ahondar en los distintos puntos de vista y, a partir de ahí, trabajarlo para llegar a lo que más me resuene, compartiendo mi andadura para todo aquel que desee.

Hoy me gustaría hablar de un autor, médico psiquiatra, que con sus experimentos abrió una puerta al entendimiento material de la energía vital: Wilhelm Reich.

¿Quién fue Wilhelm Reich y cuál fue su legado?

Wilhelm Reich fue un psiquiatra judío nacido a finales del siglo XIX, discípulo de Freud y un verdadero entusiasta de sus teorías en relación a la sexualidad. Respecto a este punto, tengo que advertir al lector que si se adentra en la obra de Reich quizá se sienta abrumado por tanta alusión al sexo y al orgasmo, hay que tratar de entender el contexto histórico en el que trabajó Reich y aspirar a rescatar lo útil de su obra.

En su intensa actividad experimental logró descubrir unas ‘vesículas energéticas’ microscópicamente visibles que se generaban desde materia no viva estrictamente estéril. Reich llamó a estas vesículas ‘biones’ y clamaba su origen biológico, debido a que reaccionaban a colorantes biológicos como la tinción de Gram (técnica de tinción usada para identificar bacterias), algo que no ocurría con las soluciones de control, además de por su frenético movimiento, incluyendo extensión, contracción, vibración y pulso regular; para él esto era una prueba indudable del carácter vivo de estas vesículas. Estas partículas ya fueron identificadas por el biólogo francés Antoine Béchamp a finales del siglo XIX, pero él las llamó ‘Microzimas’.

Reich argumentaba que los biones son la unidad funcional elemental de toda materia viviente y están compuestos de una membrana, líquido y una unidad energética que llamó ‘orgon’, palabra derivada de ‘organismo’ y ‘orgasmo’. Estos biones, según Reich, contienen energía biológica, energía vital, y representan la transición entre la materia no viviente y la viviente. El mecanismo de generación de esta materia viva no es claro pero, según Reich, los biones pueden formar protozoarios como las amebas, mediante la fusión de grupos de biones.

En sus incansables experimentos con estas partículas móviles descubrió que la naturaleza de éstas podía ser positiva o negativa según su tinción Gram,. Las partículas negativas eran pequeñas y lanceoladas, las llamó ‘Bacilos T’, de ‘Todes Bacilli’ (bacilos de la muerte en Alemán, llamados en inglés ‘Death orgon’) por su relación con el proceso de la muerte, ya que inyectados en altas dosis podían matar a una rata en pocas horas. Los biones ‘positivos’ , no sólo no mataban a las ratas, sino que podían eludir el daño por inoculación de Bacilos T, es decir, los biones y bacilos T mantienen una relación antitética: los primeros neutralizan a los segundos.

Reich afirmó que al mirar biones en microscopía de fluorescencia, estos eran de color azul (los Bacilos T, en cambio, se veían negruzcos), así pues podríamos asumir que, según este autor, el azul es el color de la vida, el color del agua y el cielo, y combinada con el amarillo de la luz solar, el verde de la naturaleza. También manifestó que podía comprender mejor al hombre religioso sabiendo que existe una energía cósmica omnipotente que penetra todo (el éter de Newton, los dioses de todos los tiempos y todos los pueblos) y que puede experimentarse por medio de nuestras sensaciones orgánicas. Lo mismo que en la ayurveda es el prana, la medicina china es el Qì y en Reiki es el Ki: la energía vital que, literalmente, genera y mantiene la vida.

Los experimentos de Reich determinaron que la energía vital, o orgon, era absorbida por la materia orgánica, la cual retenía esta energía, y que los metales también la atraían, para después repelerla. Bajo estos principios y con bastante experimentación, fabricó un ‘acumulador de orgon’, un cubículo en el que podía permanecer una persona, usualmente sentada en una silla que se ubicaba en el interior, y en el que la energía orgónica se acumulaba debido a la naturaleza de los materiales de los cuales estaba fabricado: varias capas de materia orgánica (madera noble y algodón) y metal.

Este ‘acumulador de orgon’ fue usado con éxito en el tratamiento del cáncer, presumiblemente porque la energía biónica concentrada neutralizaba el ‘orgon muerto’ o bacilos T, que se podían encontrar en grandes cantidades en tejidos cancerosos.

SILVIA LLACER, Colaboradora de Gokai

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